La debilidad de la aorta constituye la patología más grave de este síndrome, si bien su grado de presentación varía de unos enfermos a otros. En los casos con un gran debilitamiento de la pared de la arteria, esta se puede rasgar y provocar una hemorragia interna, incluso una muerte súbita.
Las válvulas del corazón también se afectan y, al engrosarse las valvas que componen las mismas, se produce un soplo y la regurgitación de la sangre en sentido contrario a la circulación. Estas valvas son también más flexibles, por lo que la válvula mitral tiende a prolapsarse haciendo protrusión cóncava hacia la cámara del atrio izquierdo durante la sístole. Algunos pacientes con prolapso de la válvula mitral sienten palpitaciones en el corazón, fibrilación auricular, ansiedad y desmayos, aunque en la mayoría de los pacientes no se aprecian síntomas. Estos síntomas han hecho sospechar que María, reina de Escocia, sufrió esta enfermedad.
María Estuardo nació el 8 de diciembre de 1542, prematura y débil, en el palacio de Linlithgow y, para escapar del acoso inglés, se crió en Francia donde recibió una educación exquisita que le permitió hablar francés, español, italiano y escocés, además de latín y griego clásicos. Además, practicaba la danza, tocaba varios instrumentos y era una experta amazona. Era una joven culta y hermosa que tenía una estatura realmente excepcional para una mujer de su época, ya que alcanzaba el metro ochenta centímetros.
Sin embargo, su mala salud desde la adolescencia era tema de preocupación en la corte. Una vez reina, se rumoreaba que estaba muy enferma, muy pálida y verdosa. En junio de 1559, la reina se desmayó dos veces y el embajador español pudo escuchar que la ilustre dama padecía una enfermedad incurable. Pero María tenía una voluntad indomable y desarrolló una vida extraordinariamente activa.