La conjuntivitis es la infección ocular más frecuente en los niños. A pesar de que la mayoría son contagiosas, normalmente no causan daño ni al ojo ni a la visión.
El niño se queja de molestias en los ojos, que no se alivian al frotárselos, incluso pueden dolerle un poco. A continuación se produce un enrojecimiento e inflamación de la conjuntiva (ojo rojo). Con frecuencia, siente como si tuviera algo metido en el ojo. También puede presentar secreción (legañas) blanca, amarilla o verdosa. En las conjuntivitis bacterianas esta secreción puede ser abundante y espesa, amaneciendo con los ojos pegados. En la conjuntivitis vírica la secreción suele ser menos importante.
Como el ojo se comunica con la nariz por el conducto lagrimal y la nariz con el oído a través de la trompa de Eustaquio, algunos niños, especialmente los más pequeños, tienen otitis al tiempo que conjuntivitis. Por eso, si un niño tiene conjuntivitis y se queja del oído (o si es un bebé y llora más de lo habitual), debe ser examinado por su médico.
La conjuntivitis del recién nacido suele contagiarse en el momento en que la cabeza del bebé atraviesa el canal vaginal durante el parto, específicamente a causa de infecciones genitales que padece la madre, por ejemplo, clamidiasis o gonorrea. Cuando este padecimiento se complica, puede ocasionar ceguera debido a que la córnea puede sufrir perforación, lo que llega a ocurrir en el 20% de los casos; sin embargo, la mayoría de las veces esta afección se manifiesta de forma leve y cede mediante la aplicación de gotas oftálmicas que prescribe el pediatra.