La exposición a metales tóxicos puede causar hipertensión, arteriosclerosis, aterosclerosis, trombosis y enfermedad cardiovascular

El estrés oxidativo produce daños en el ADN, ARN, proteínas, lípidos de la membrana plasmática, lípidos de la membrana mitocondrial interna y en la envoltura nuclear

Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de mortalidad en el mundo y uno de los mayores condicionantes de discapacidad, por lo que un pequeño incremento del riesgo cardiovascular implica un gran aumento en la mortalidad poblacional. Se estima que el número de personas afectadas por esta enfermedad aumentará principalmente por la mayor longevidad de la población y por las mejoras en su diagnóstico.

En el marco de las Jornadas del Comité Científico de la Sociedad Española de Medicina de Laboratorio (SEQCML), que se celebran del 28 al 31 de marzo, tiene lugar el curso ‘Implicaciones fisiopatológicas e innovación en el diagnóstico de la enfermedad cardiovascular'.

Precisamente respecto al diagnóstico, la Dra. Teresa Arrobas Velilla, una de las coordinadoras del curso, señala que "la detección precoz de dislipemias iniciada desde el laboratorio clínico, sobre todo en prevención primaria, es una estrategia coste-efectiva y supone una mejora en la calidad de vida del paciente, evitando el desarrollo de futuros eventos cardiovasculares, incluso en sus familiares, si se realizan estudios genéticos de segregación familiar".

"Sin duda, la implementación en los laboratorios del diagnóstico genético y bioinformático con la aplicación de diferentes herramientas innovadoras, como son la aplicación de la telemedicina y la incorporación a los sistemas informáticos de laboratorio de diferentes algoritmos diagnósticos que permiten una detección precoz de dislipemias, incluso desde la infancia, han supuesto un cambio de paradigma en la figura del especialista de laboratorio en la interpretación de datos analíticos y la confección de informes personalizados ofreciendo ante la sospecha clínica diferentes orientaciones diagnósticas, pruebas complementarias (actividad enzimática, ultracentrifugación, resonancia magnética) según el tipo de dislipemia que presente el paciente".

Por todo ello, resulta imprescindible el trabajo coordinado entre los especialistas en análisis de laboratorio y los clínicos para la correcta valoración del riesgo cardiovascular global del paciente, así como para la elaboración de protocolos hospitalarios conjuntos en la solicitud de pruebas analíticas, establecimiento de perfiles analíticos en procesos asistenciales como el código infarto, incorporación de nuevas técnicas o desarrollo conjunto de proyectos de investigación.

En esta línea, en 2019 comenzó en España un proyecto multicéntrico de investigación, el proyecto Arián coordinado por la Dra. Arrobas, presidenta de la Comisión de Lipoproteínas y Enfermedades Cardiovasculares de la Sociedad Española de Medicina de Laboratorio, y como promotor la Sociedad Española de Arteriosclerosis, cuyo objetivo fue el establecimiento de equipos coordinados entre los especialistas de laboratorio y clínicos de diferentes unidades de lípidos para el cribado de una patología lipídica hereditaria muy frecuente (1/250) y muy infradiagnosticada y que confiere un alto riesgo cardiovascular. "Actualmente estamos trabajando en el Proyecto Arian+ para el estudio de familiares de los casos índices detectados, incluidos niños, los cuales se beneficiarán de una atención especializada desde la infancia", apunta la Dra. Arrobas.

Implicación de los elementos traza en el daño vascular

La Dra. Montserrat González Estecha, una de las coordinadoras del curso, explica que la exposición al plomo en la población general ha sido muy importante por su uso en la gasolina en el siglo XX y sus efectos más estudiados sobre el sistema cardiovascular se han centrado principalmente en su asociación con la hipertensión arterial. Además, el plomo se ha asociado con la enfermedad coronaria, accidente cerebrovascular, enfermedad arterial periférica y alteraciones en la función cardiovascular, como hipertrofia del ventrículo izquierdo y alteraciones del ritmo cardiaco.

Por su parte, el cadmio, procedente principalmente del humo del tabaco, podría estar implicado en el inicio de la aterosclerosis subclínica y asociado con morbilidad cardiovascular. "También se ha evaluado el riesgo medioambiental y sobre la salud de la exposición al cerio, otro elemento traza altamente contaminante usado como componente de los catalizadores y como aditivo del diésel", apunta.

En cuanto al metilmercurio procedente del consumo de pescados contaminados, "aunque la evidencia es débil, en adultos y en algunos estudios con población muy expuesta se ha observado cierta asociación con infarto de miocardio, arritmias, hipertensión arterial, descenso de la variabilidad de la frecuencia cardiaca y desarrollo de la placa de ateroma", señala la doctora.

Además, en los últimos años se está prestando especial atención al arsénico procedente de aguas contaminadas y consumo de ciertos alimentos y se ha referido que juega un papel importante en la aterogénesis, hipertensión, diabetes, tromboangeítis obliterante, enfermedad arterial coronaria e infarto cerebral.

En resumen, la exposición a metales tóxicos causa estrés oxidativo, disminuye la disponibilidad de óxido nítrico, promueve la inflamación y la apoptosis, puede causar daño endotelial, impedir su reparación, inhibir la angiogénesis y aumentar la agregación plaquetaria, por lo que puede promover la aparición de hipertensión, arteriosclerosis, aterosclerosis, trombosis y enfermedad cardiovascular.

Debido a que la exposición al plomo, cadmio, mercurio y arsénico ha sido muy extensa en la población general, incluso aunque el efecto fuera modesto, implicaría un impacto importante a nivel poblacional. "Por ello, es fundamental seguir regulando y aplicando las medidas necesarias para disminuir esta exposición y actuar sobre el estilo de vida, principalmente a través del ejercicio, la dieta y el abandono del hábito tabáquico", destaca la doctora.

Importancia y medición del estrés oxidativo

Asimismo, un aumento del estrés oxidativo contribuye a la toxicidad de los elementos traza tóxicos y al proceso inflamatorio asociado a la obesidad, diabetes y enfermedad cardiovascular.

En este sentido, la Dra. Isabel Fort Gallifa, otra de las coordinadoras, explica que el estrés oxidativo produce daños en el ADN, ARN, proteínas, lípidos de la membrana plasmática, lípidos de la membrana mitocondrial interna y en la envoltura nuclear. Y todas estas anomalías se traducirán en un incremento de los procesos trombóticos y aterogénicos.

Dado que la patología cardiovascular no es palpable clínica ni físicamente hasta que no se encuentra claramente establecida, explica esta experta, para el diagnóstico de este factor, "estaríamos hablando de la medición de los productos del estrés oxidativo, teniendo en cuenta que a mayor valor de los mismos, mayor probabilidad de sufrir la patología y de que esta ya se encuentre establecida en el organismo".

Por ello, en pacientes con enfermedad cardiovascular diagnosticada, el objetivo de la implementación de medidas de magnitudes relacionadas con el estrés oxidativo es su monitorización, así como del estatus rédox con el objetivo de reducirlo.

"Teniendo en cuenta que el conocimiento del estatus rédox puede ayudar al manejo clínico del paciente, el objetivo sería restablecerlo dentro de valores fisiológicos en base a acciones médico-clínicas tales como las recomendaciones dietéticas y de actividad física, así como suplementaciones alimenticias e incluso farmacológicas", resume la Dra. Fort Gallifa.

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