Tabaquismo - Lo fundamental - Qué contiene el tabaco y cómo actúa

En el tabaco hay más de 400 sustancias tóxicas

La nicotina es el principal alcaloide del tabaco y está presente en las hojas de la planta y en el humo procedente de su combustión.

Pero la nicotina, no es más que una de las aproximadamente 4.000 sustancias que contiene el tabaco o que se generan con su combustión, todas ellas tóxicas y, por tanto, dañinas para la salud. El humo del cigarrillo contiene desde gases tóxicos, como el monóxido de carbono, el hidrógeno, el cianuro y los óxidos nitroso y sulfúrico, hasta alquitranes y otros miles de sustancias identificadas a través de los estudios de investigación que se han llevado a cabo en las últimas décadas.

De ellas 69 son carginógenas; es decir, que pueden provocar cáncer: alquitranes, arsénico, cadmio y níquel, cloruro de vinilo, formaldehído, polonio 210, etc. Otras son irritantes para las vías respiratorias y para los ojos: amoniaco, acetona, acroleína, cianuro, monóxido de carbono, metanol y otras. Estas últimas son las responsables de las enfermedades respiratorias no cancerosas causadas por el humo del tabaco, como el enfisema pulmonar y la bronquitis crónica.

Probablemente, los nombres de estas sustancias no digan gran cosa a muchos fumadores. De una manera sencilla se puede decir que los alquitranes son esas sustancias que se utilizan para el asfaltado de nuestras carreteras y calles, que el arsénico es un veneno mortal, que el cadmio y el níquel son componentes de las baterías, que el cloruro de vinilo es la materia con la que se fabricaban los antiguos discos de música, que el polonio 210 es una sustancia radiactiva, que el cianuro de hidrógeno es un veneno utilizado como raticida, que el monóxido de carbono es un gas mortal cuando se concentra en espacios cerrados… y así muchas otras sustancias.

Como es natural, la inhalación de este cóctel de venenos en que se convierte el humo del tabaco difícilmente resultaría apetecible para nuestros sentidos, sobre todo el olfato y el gusto, sino que sería más bien repulsivo. Por eso, la industria tabaquera añade en el proceso de fabricación de los cigarrillos aromatizantes y saborizantes cuya única finalidad es contrarrestar el mal olor y el sabor del humo del tabaco, y el rechazo que eso generaría por parte del consumidor.

Dos tipos de humo diferentes, ambos muy perjudiciales

El humo que se origina por la combustión del tabaco es de dos tipos: el que traga el fumador (se le llama "corriente principal" y constituye el 25% del humo) y el producido por la combustión espontánea del cigarrillo entre las diversas caladas y el exhalado por el fumador ("corriente secundaria", el restante 75%). El humo de la corriente principal es el responsable de los problemas de salud que sufre el fumador. El humo de la corriente secundaria es el que origina los problemas derivados de su inhalación que puede padecer la persona no fumadora, el llamado fumador pasivo (Más información...), ya que en él se encuentran muchos de los componentes tóxicos del humo de la corriente principal, y además en concentraciones mayores.

La nicotina: una sustancia tóxica y muy adictiva

Aunque en su forma líquida (concentrada), la nicotina es un veneno fulminante que se emplea como plaguicida, a muy bajas dosis cuando se absorbe a través de la inhalación (fumar o esnifar rapé), la masticación (tabaco de mascar, chicles) y a través de la piel (parches) no alcanza concentraciones tan inmediatamente mortales, aunque sí ocasiona graves trastornos y riesgos para la salud de la persona.

Gran poder adictivo

La capacidad que tiene la nicotina de estimular el sistema encargado de regular las sensaciones de placer en nuestro organismo crea en el fumador una necesidad de esta sustancia y, en poco tiempo otras reacciones físicas que llevan a consumirlo y, por tanto, a la adicción. Entre ellas, destaca su capacidad para estimular y aplacar (despierta cuando se tiene sueño y calma los nervios cuando se está irritado), y para aumentar la atención y facilitar la memoria. A la larga, estos efectos son engañosos y tienen más que ver con que el organismo necesita más nicotina para recuperar la sensación de bienestar que se ha perdido por su falta.

El peor de todos los efectos de la nicotina es su poder adictivo. Éste es el factor decisivo para que se siga fumando, incluso si se desea dejarlo.

Tampoco es cierto que la nicotina sea una especie de regulador del peso, de manera que fumar ayude a controlar el peso corporal y dejar de hacerlo suponga ganar peso. Esta falsa creencia es uno de los motivos por los que muchas personas empiezan a fumar o no se deciden a dejarlo.

Un tóxico potente

Junto a todos estos efectos, la nicotina también causa daños y trastornos perjudiciales en nuestra salud física, ya que eleva el ritmo cardiaco y la tensión arterial (lo que es un riesgo de acabar padeciendo una enfermedad cardiovascular), disminuye la temperatura corporal al contraer las venas y las arterias más superficiales, inflama la mucosa gástrica, produce acidez, mal sabor de boca, ulceraciones, vómitos, náuseas, diarreas e hipersalivación, altera la producción de hormonas relacionadas con el crecimiento, acelera la menopausia en las mujeres y afecta a la renovación de las células del organismo y a la secreción de leche en las madres lactantes.

En definitiva, la composición del humo del tabaco es un cóctel explosivo de sustancias tóxicas que ha convertido el hecho de fumar en la primera causa de muerte evitable del planeta.

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