Alrededor de 25 millones de personas en todo el mundo han muerto a causa de esta infección desde el comienzo de la epidemia y, en 2006, había alrededor de 40 millones de personas alrededor del mundo viviendo con la enfermedad.
Cualquier infección que no constituye peligro alguno para una persona no contagiada puede ser una enfermedad mortal para un enfermo de sida. Bacterias, hongos, parásitos o virus pueden ser los agentes causales de estas infecciones graves.
Sólo se contagia a través de la sangre, el semen, las secreciones vaginales y la leche materna, por lo que el contacto sexual, ya sea oral, vaginal o anal es una de las vías de transmisión, además de a través de agujas de jeringuillas, transfusiones, desde la madre al niño a través de la placenta durante la gestación o por la leche materna.
Otras vías de transmisión menos comunes son una lesión accidental con una aguja, la inseminación artificial por un semen donado infectado y a través de trasplantes de órganos con órganos infectados. La persona que recibe sangre u órganos de un donante infectado se puede contagiar. Para reducir este riesgo, los bancos de sangre y los programas de donación de órganos hacen exámenes minuciosos a los donantes y a la sangre y los tejidos.
El sida comienza con una infección por el VIH. Es posible que las personas infectadas con el VIH no presenten síntomas durante diez años o más, aunque sí pueden transmitir la infección a otros durante este periodo asintomático. Entre tanto, si la infección no se detecta y se inicia el tratamiento, el sistema inmunitario se debilita gradualmente y se desarrolla la enfermedad.
Casi todas las personas infectadas por el VIH, si no reciben tratamiento, desarrollarán sida, pero existe una pequeña proporción de pacientes que van a desarrollar la enfermedad muy lentamente o que nunca la desarrollarán. A estos individuos se los llama pacientes sin progresión de la enfermedad y muchos parecen tener una diferencia genética que impide que el virus les cause daño a su sistema inmunitario.
Los síntomas del sida son aquellos que son propios de las infecciones oportunistas. Incluyen fiebre, sudores (especialmente por la noche), ganglios linfáticos inflamados, escalofríos, debilidad y pérdida de peso.