Los tratamientos con agentes biológicos para la psoriasis están ofreciendo resultados comparables a los de la terapia sistémica convencional, pero con la ventaja de que no causan toxicidad orgánica, además de que son bien tolerados por los pacientes y requieren un esfuerzo mucho menor de monitorización.
Una de las principales limitaciones de los fármacos clásicos para la psoriasis es que no se pueden consumir durante largos periodos de tiempo, ya que implican una toxicidad acumulada que puede acarrear importantes efectos adversos. La edad media de debut de esta patología crónica en España es de 29,1 años, lo que implica que los pacientes necesitan medicarse durante varias décadas. Además, las terapias sistémicas tienen un periodo corto de recidiva tras su interrupción, uno de los aspectos que también ha mejorado con la llegada de los agentes biológicos.
Actualmente, se dispone de tres fármacos biológicos para la psoriasis con mecanismos de acción diversos. Están los inhibidores de las células T, los anti-TNF y los anti-p40. Además, se cuenta con algunos tratamientos tópicos y con la fototerapia.
Las terapias biológicas se han asociado con un periodo más largo hasta la aparición de una recidiva tras detener la administración.
Una de las principales limitaciones de las nuevas terapias biológicas, asociada a su propio mecanismo de acción, es el efecto que causan sobre el sistema inmunitario del paciente. Estos fármacos no están indicados en personas con infecciones activas o con antecedentes de infecciones granulomatosas, como la tuberculosis. Además, en todos los pacientes que toman anticuerpos monoclonales, se deben extremar las precauciones ante la posibilidad de cualquier infección durante el tratamiento.