La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel. Su síntoma principal es una piel seca y sensible que pica intensamente y que si se rasca en exceso puede provocar infecciones.
En otoño, el frío, el uso de calefacciones y la vuelta al estrés pueden aumentar las molestias de los enfermos de dermatitis atópica.
La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel muy frecuente. En España padecen esta enfermedad dermatológica un 5-7 % de la población adulta y un 10-20 % de niños. Se trata de una enfermedad que cursa con brotes agudos y periodos de remisión.
La dermatitis atópica es muy sensible a los cambios de temperatura, por lo que empeora en primavera y en otoño, apareciendo brotes agudos. Los brotes se caracterizan por una sequedad muy acusada de la piel y un picor intenso que motiva que el paciente se rasque y se produzca lesiones que pueden infectarse.
El control de la enfermedad se basa en el cuidado de la piel con un intenso cuidado hidratante que evite la sequedad y en el tratamiento médico con corticoides e inmunomoduladores cuando se producen brotes.
La dermatitis atópica es muy sensible a factores irritantes, como disolventes químicos industriales, detergentes, humo del tabaco, pinturas, lanas, ciertos alimentos, productos de aseo con alcohol y algunos jabones y perfumes. Es fundamental utilizar productos específicos para la enfermedad en el cuidado de la piel.
La dermatitis atópica está íntimamente relacionada con las reacciones emotivas. Por ello, la vuelta al trabajo y al colegio tras el verano, puede constituir un factor estresante que desencadene un brote agudo.